Eso es lo que he sufrido estas dos últimas semanas. Una mala racha a la hora de impartir las clases, es decir, que no daba una, los alumnos estaban más pendientes de mis errores que de las cosas que explicaba correctamente. Que si en una fórmula me faltaba el cuadrado, que si en otra no dividía por n, que si la curva normal parecía más una castaña que una campana, el mismo error al realizar las cuentas en la calculadora ¡¡¡3 veces!!! y mis habituales errores al hablar... Sí, han sido dos semanas desastrosas e impartiendo una materia que no soportan.
Ha llegado un momento en el que me ponía nerviosa al entrar en clase y esperaba el momento de mi error como algo inminente, hasta solté un par de coños... Pero finalmente la racha ha tocado a su fin. Ayer la clase resultó incluso divertida, aparecí con un tremendo siete en la camisa fruto de un alambre malvado, les hablé de la Pantoja para explicar los contrastes de hipótesis: todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, Petete te robé el ejemplo ;-), y no me confundí en las cuentas, ni en las fórmulas, lo de mi lengua resbaladiza fue imposible de evitar y se me escapó un estupendo "viaranza, ay no, variancia, jajajaja, varianza, varianza...".
Sólo quedan dos semanas de clase, y 3 pruebas sorpresa por delante, van a pasar más tiempo sudando delante de un folio en blanco que escuchando mis explicaciones, que espero sean correctas. Por lo menos que se queden con un buen sabor de boca a final de curso y a ver si se acuerdan de mi para la orla, aunque lo dudo mucho...