18.9.07

La dura vida del congresista (II)

Son las 8:35 de la mañana y mientras espero a que M. Knight me haga una llamada perdida para bajar al portal y que me recoja para ir al trabajo, aprovecho para recalcar lo peligroso de asistir a congresos. Ya en su día comentaba en este post que congresear tiene sus peligros y que no es la pura vacación. El cambio de idioma, las bebidas espirituosas extranjeras o las mallas blancas, es algo que puede ser dañino para la salud mental. Pero... ¡¡¡mucho cuidado si el congreso es en nuestro querido vecino Portugal!!! Inofensivos a primera vista, ocultos tras ese hablar siseante hipnotizador, no, no señores, no se fíen de Portugal y mucho menos de sus autopistas...

El pasado martes, los Ángeles de Charlie, trío congresero por excelencia (léase Petete, la Marquesa de Quincarallas y yo misma), nos dirigíamos en mi coche a Guimaraes a una conferencia de jóvenes investigadores. El trayecto es corto y en hora y media ya estaríamos en destino de no ser por la "portuguesada" de turno.

¡¡¡Atropellamos una silla de playa en la autopista!!! Sí, han leído bien, una silla de playa plegada en el p... medio de la calzada. Yo ya sabía que nuestros queridos vecinos llevaban la parrilla en el maletero y cuando daba la una se echaban a la cuneta a preparar todo tipo de manjares a la plancha, pero de ahí a que se dejen la montura... Nos adelantaban constantemente por el carril de la izquierda, así que la única manera de esquivar la silla, sin frenar en seco y que el coche que circulaba justo detrás nos hiciese una "guarrería sexuarl", era pasar por encima dejando la silla entre las ruedas. Ajusté bien, justo por el medio, pero con tan mala suerte que la silla se enganchó en los bajos del coche haciendo un ruido tremendo y dejándonos aparcadas en el arcén. La protección inferior se rasgó, caía de un lado y un líquido, creemos que agua, goteaba sospechosamente por lo que decidimos llamar al seguro. Mientras estábamos a la espera de la grúa, llegaron los GNR (Guardia Nacional Republicana, que no Guns'N Roses) y una furgoneta de asistencia de la autopista que encendió todo tipo de luces para avisar del peligro. Tomaron todos los datos posibles y al rato llegó la grúa y el taxi que nos llevó de vuelta a casa. Tuvimos que repetir la ruta al día siguiente en el coche de Petete, pero tuvimos suerte y no encontramos ningún mueble o similar en el camino.

Hoy mismo recojo mi coche (con seguro a terceros, ay) del taller junto con una bonita factura de 170€ que remitiré con todo mi cariño a Brisa, que por mis tentáculos que se harán cargo, menuda soy yo cuando me pongo.

10.9.07

El misterio de los cincos clavados

Ya se ha hablado más veces, en este blog y en otros, del misterio de los cincos clavados. Este curioso fenómeno consiste en que, en cualquier lista de notas plagadas de decimales, siempre aparece un número anormalmente elevado de "cincos clavados". En una primera aproximación, parece que estos cincos corresponden a alumnos que, no habiendo llegado al nivel mínimo exigido por el profesor, han quedado lo suficientemente cerca como para que éste les regale los puntos que le faltan.

Nada más lejos de realidad. Como ya comenté apresuradamente en otra ocasión, el fenómeno tiene una explicación científica irrefutable. Para entenderlo, nada mejor que este gráfico (click para ampliar):


En él aparecen las notas de cuatro de nuestros insignes alumnos, marcadas cada una de ellas con un color y una forma diferente. Supongamos que estas notas son el resultado de una correcta aplicación por parte del profesor de los criterios de evaluación, e incluso que cada uno de los exámenes ha sido repasado varias veces. Bien, pues aún con este inmejorable punto de partida, el profesor no puede estar completamente seguro de que esa nota sea exactamente la que debería poner al alumno. Es decir, el profesor es consciente de que sus criterios no son perfectos y, por tanto, existe un margen de error en sus calificaciones.

Pues bien, ese margen de error (en este ejemplo +/-0,3 puntos) es el que reflejan las barras en torno a cada punto del gráfico. Así, por ejemplo, Pepita Pérez ha sacado un 0,1, pero el profesor no puede estar seguro de que su nota no sea en realidad un 0,2, un 0,3 o incluso un impresionante 0,4. Y al contrario, quizá la alumna se mereciera directamente un cero o, en este caso extremo, una nota negativa por ser tan negada. Sin embargo, el profesor le pone un 0,1, porque no hay una diferencia significativa entre suspender con esa nota o con otra de las mencionadas.

Lo mismo pasa con Andrés Pérez de Jeta y José del Morro, primos y asiduos de este blog. Sus notas son suspensos claros, por lo que no nos llevaría a ningún sitio sumar o restar ese margen de error. El único efecto en este caso sería que, como indica el hecho de que sus barras de error se crucen, la nota de Andrés podría ser en realidad más alta que la de José, por lo que Andrés, hondamente deprimido, puede haber decidido no presentarse más a la asignatura e incluso dejar la carrera. Mala suerte.

En realidad es el caso de Antonio Coleguita el que más nos interesa: puesto que la corrección de su examen arroja un 4,8, al sumar su margen de error llegamos al aprobado. Es decir, no sabemos a ciencia cierta si está suspenso o aprobado. Y como suspender a alguien que realmente ha aprobado podría ser mucho más perjudicial que aprobar a alguien que ha suspendido, optamos por aprobarlo, poniéndole la nota mínima necesaria para ello: un cinco clavado.

Si quieren ver más información (y más precisa) sobre la interpretación de datos con margen de error, pueden leerse este excelente y clarificador artículo de Josu Mezo ... O, ahora que lo pienso, pregunten a Petete y Tocotó, que parece mentira que haya tenido que explicar esto yo.

4.9.07

Buen rollito (II)

Estamos de vuelta. Las vacaciones han sido cortas, como siempre, pero para unos más que para otros. Los miembros de este blog hemos tenido, si mis datos son correctos, una media de 3 semanas de vacaciones, con una desviación estándar de 1.

En mi caso, he empezado con buen rollito, y es que nuestro amigo Antonio Coleguita vuelve a la carga: sigue queriendo ser mi amigo, pese a que en su momento no accedí a que me incluyera en su lista de elegidos. En fin, que estoy dudando de nuevo entre lo que me decían unos ("¡no contestes!") y otros ("¡denle una oportunidad a Antonio!")...