El primer día revolucionó por completo el sistema simpático de ésta que os escribe, es más, los nervios me provocan una especie de gastroenteritis que ni un mes de dieta de all-bran y eso que no tenía pensado empezar con las clases propiamente dichas, sólo sería presentarme, dar el programa y listo, pero aun así… Recuerdo que nada más llegar a la puerta del aula, la mayoría de los alumnos estaban fuera, hablando de las vacaciones, criticando a los nuevos profesores… y con el cigarro de rigor (por aquel entonces, no existían los espacios sin humo en las facultades…). Me decidí a entrar en el aula, mi juventud no logró convencer a los alumnos de que era la profesora, por lo que la reacción en cuanto me puse a borrar la pizarra, que SIEMPRE está autobiografiada por el profesor anterior, su reacción se dividió entre los que se aventuraron a entrar con un poco de desconfianza y los que me miraban con desprecio desde la puerta del aula como si fuese la típica alumna pelotillera… Cuando ves que no se animan a entrar en el aula tienes dos opciones, o invitarles a hacerlo o cerrarles la puerta en las narices, pero… es el primer día y no te animas a ser tan brusca, opté por avisarles, la primera impresión es la que cuenta, aunque no dure en el tiempo…

Al final han sido 20 minutos escasos de sudores estilo Camacho y a los alumnos les queda una hora y media libre para tomar el café, jugar al mus, fumar el cigarrito y pensar en qué profesor vendrá en la siguiente clase y que, por favor, sea novato para poder continuar la partida cuando acabe la presentación.
Hoy en día, me sigue afectando aunque en menor medida, el primer día de clase y supongo que seguirá siendo así, no me importa, va con la persona el ser así y hasta creo que le he cogido el gusto a esa sensación. Os animo a que comentéis como ha sido vuestro primer día en la Universidad, tanto profesores como alumnos.